El arte de aprender a cometer errores para abrazar el error en nuestra vida

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imparare a sbagliare

¿Recuerdas cuando eras niño y solías pintar tratando de mantenerte dentro de las líneas? ¿Recuerdas la frustración que sentiste cuando los trazos se salían de los bordes del diseño?

Desde el principio nos encontramos cara a cara con el error y experimentamos las sensaciones desagradables que provoca. Luego, cuando empezamos a ir a la escuela, los errores toman mayor proporción. Nuestros cuadernos están llenos de líneas rojas que indican que nos hemos equivocado. Nos dicen que nuestra respuesta no es la que esperábamos y que tenemos que cambiarla.


De esta forma desarrollamos una actitud negativa hacia el error, hasta el punto de querer proscribirlo de nuestra vida. Olvidamos que para aprender a caminar tuvimos que caer muchas veces. Que antes de aprender a comer correctamente, desperdiciamos la comida innumerables veces. Nos enfocamos solo en los errores, olvidando que estos fueron necesarios para nuestra evolución. A través de estas experiencias, se ha incendiado en nosotros la idea de que el error es malo, algo que debe evitarse a toda costa.

En cambio, solo tenemos que aprender a cometer errores, dejar de castigarnos por los errores del pasado y abre la puerta a la posibilidad del fracaso.

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El error como fuente de sorpresas y descubrimientos

En 1968, Spencer Silver, un científico de 3M Maplewood, estaba trabajando en la creación de un adhesivo súper fuerte para la industria aeroespacial. Sin embargo, creó un nuevo material que era tan ligero que se despegaba fácilmente sin dejar ningún residuo en la superficie.

Lo que inicialmente fue un error, cinco años después se convirtió en el pegamento que la empresa usaría para crear lo que entonces se llamó Presione y pele pero luego todos lo conoceríamos como publicarlo, un elemento omnipresente en las oficinas de todo el mundo.

De hecho, muchos inventos famosos se deben a "errores". La sorpresa, tanto para bien como para mal, es inherente al error. Después de todo, un error es solo una desviación de los resultados esperados, o porque va en contra de nuestras expectativas o las de la sociedad.

Desde ese punto de vista, el error nos molesta porque introduce un factor inesperado en la ecuación y abre la puerta a la incertidumbre. Nos recuerda que nos hemos desviado del camino marcado y, por tanto, no hemos llegado al punto "correcto".

No es casualidad, de hecho, que la palabra error derive del latín “errare”, que también significa deambular y andar sin rumbo fijo. También se relaciona con la raíz "ers", que implica estar en movimiento. Por lo tanto, su misma etimología sugiere que el error es una parte inherente de la evolución. Los errores son parte del viaje. Evitarlos nos condena a la inmovilidad. Solo no pueden equivocarse los que no hacen nada, los que no se esfuerzan, los que no se arriesgan, los que no se atreven a ir más allá y desafiar sus límites. Para ello es necesario aprender a equivocarse e incluso abrir un espacio al error en nuestra vida.

El error como motor del aprendizaje

Nuestros cerebros constantemente hacen predicciones sobre la probabilidad de que algo suceda para anticiparse a los problemas. Evidentemente se intentará minimizar la incertidumbre y la sorpresa, para evitar una situación más exigente que nos obligue a afrontar lo inesperado.

Gran parte de este proceso ocurre por debajo del nivel de conciencia, según los neurocientíficos de la Universidad del Noroeste. Sin embargo, ese proceso nos da confianza. Por otro lado, cuando ocurre un imprevisto y nos equivocamos, nuestro cerebro se ve obligado a recalcular la diferencia entre la realidad y su predicción para estimar el margen de error.

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Dado que supone un mayor esfuerzo cognitivo, y en ocasiones también una carga emocional por el halo negativo con el que se ha cubierto el error, nuestro primer impulso es deshacernos de esa experiencia. Pero es precisamente en ese margen de error donde se produce el aprendizaje. En ese margen actualizamos nuestras previsiones, reconocemos la realidad y cambiamos nuestros planes para ser más efectivos o adaptarnos mejor.

Los errores preparan el cerebro para aprender de formas únicas y poderosas. Por lo tanto, cuando cometemos un error, en lugar de intentar avanzar rápidamente, debemos comprender que estamos obteniendo información valiosa para actualizar nuestra visión del mundo, recalibrar nuestras creencias o cambiar nuestros comportamientos.

La capacidad de ver los errores como oportunidades de aprendizaje es la clave para desarrollar una mentalidad de crecimiento. La persona con mentalidad de crecimiento se verá a sí misma como una "Trabajo en progreso", lo que significa que los errores no representan una amenaza para la propia identidad. En ese preciso momento, dejan de ser enemigos y se convierten en aliados.

Por supuesto, aprender a cometer errores requiere mucho trabajo. Necesitamos analizar qué salió mal y encontrar la manera de corregirlo. Y para ello, debemos practicar la autoaceptación entendiendo el error como un acontecimiento, no como una identidad permanente. Si nos equivocamos en algo, no significa que seamos "fracasados".

Es interesante notar que cuando abrimos la puerta al error, las posibilidades de equivocarse disminuyen porque al dejar espacio a la entropía nos abrimos a todas las posibilidades, lo que amplía el horizonte de resultados.

Por supuesto, no se trata de afrontar la vida equivocándonos a propósito, sino de dejar sitio a lo inesperado y abrir la puerta a la incertidumbre. Sé más atrevido, incluso si eso significa cometer errores. En definitiva, se trata de ensanchar los bordes del dibujo y hacer las paces con nosotros mismos cuando, por error, nuestros caminos se salen de los márgenes. Porque un error puede ser trágico, pero también mágico.

fuentes:

Vilares, I. et. Al. (2012) Representaciones diferenciales de incertidumbre previa y de probabilidad en el cerebro humano. Current Biology; 22 (18): 1641-1648.

Green, P. (2007) Post-it: la nota multiuso que se quedó. En: The New York Times.

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