El verdadero combustible del mundo del motor esadrenalina. El que se produce al disfrutar de la rivalidad entre dos campeones, entre dos máquinas, la expectativa que surge y la expectativa de lo que sucederá.
Pero también el que se genera tras una puerta, desde no políticamente correcto en la carrera, del joven que provoca al experto y del experto que gruñe al más joven.
La adrenalina crea participación, seguimiento, transporte, saca el atuendo de vítores, sacando a relucir la pasión auténtica e instintiva.
En un ambiente donde todo esta calculado, donde se piensa en décimas de segundo, entre aerodinámica, espíritu competitivo y estrategias, todo se reduce al desafío entre quien, en las diferencias, representa el día y la noche.
Verstappen y Hamilton, Mercedes y Red Bull nos han regalado una temporada que estábamos esperando, que queríamos a toda costa, una de esas temporadas deportivas que te ponen en paz con la pasión dormida desde la aburrida monotonía de la simple velocidad.
Porque la velocidad, si la experimentas de primera mano, te enciende, si la ves, te apaga.
Y luego necesitamos el dualismo, la batalla, el desafío.
La velocidad es hija de la matemática pero es madre del enfrentamiento, de quienes saben manejarlo, de quienes empujan al límite del rompimiento, del error.
Necesitábamos un anillo donde poner a dos super pilotos y escribir un guión que los hiciera protagonistas, los hiciera memorables.
Necesitábamos un entorno cargado, apremiante, tenso e impredecible.
Fuimos más allá de lo que esperábamos ver.
Se ha sido un muy largo Campeonato de Fórmula 1, 22 etapas, decididas en la última vuelta. El último.
Entra en vigor incluso horas después de escribirlo.
Solo puedo imaginar si involucrara a Ferrari. Si la pasión italiana estuvo involucrada personalmente en adelantar en Curva 5 en Abu Dhabi, si hubiéramos esperado este fin de semana con esa espera espasmódica que se ha estado perdiendo durante demasiado tiempo.
Carlo Vanzini y Marc Genè habrían pedido hospitalización de emergencia en la clínica móvil.
Todo esto para decir que Ferrari se perdió este juego. Demasiado atrás.
Tomamos la grosería y la agresión de Verstappen, elegimos su mejilla normal ante el globalismo y el estrellato de Hamilton pero más aún, con la pista apagada, cerramos los ojos y imaginamos un nuevo duelo, un nuevo desafío, nueva adrenalina con uno de los dos lados de color rojo.
Créditos de las fotos: www.circusf1.com
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